Marcelo Viñar, cuyo nombre completo es Marcelo Nelson Viñar Munichor, es un prestigioso psicoanalista uruguayo, nacido en Paysandú, en 1936, que se graduó como Médico en 1965 y pronto inició la formación como Psicoanalista.
Fue Profesor Agregado del Departamento de Educación Médica de la Facultad de Medicina, Universidad de la República (UDELAR) en cargo titular por concurso y méritos, desde 1968 hasta 1997 (exceptuando el período de intervención de la Universidad).
Es Miembro Titular en funciones didácticas de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (APU) Master en Psicoanálisis, título otorgado por el Instituto Universitario de Postgrado en Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
Fue Presidente de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (APU) por dos períodos:1994-1996 y 2010-2012. Al mismo tiempo, en esos períodos, ejerció el cargo de Rector del Instituto Universitario de Postgrado en Psicoanálisis (IUPP).
En el año 2016 fue votado como Miembro de Honor de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
Es Miembro de la Federación Latino Americana de Psicoanálisis (FEPAL) de la que fue Presidente durante el período 2000-2002.
Es Miembro (Full member) de la Asociación Psicoanalítica Internacional (International Psychoanalytical Asociation-IPA).
El compromiso con el Psicoanálisis, su aplicación y difusión, motivaron una temprana y activa participación en la interna de su institución de pertenencia (Asociación Psicoanalítica del Uruguay - APU) Simultáneamente, su interés por el bienestar del colectivo social, le llevó a explorar e investigar en las posibilidades de intervención del Psicoanálisis en las políticas de alcance social, poniendo foco, desde los inicios de su práctica, en la atención a las poblaciones más vulneradas.
Mediante la instrumentación del “Plan Cóndor” en la segunda mitad del siglo pasado, los países del cono sur de América Latina se vieron sometidos al terrorismo de estado. En Uruguay, precedida de dos años de terrorismo en democracia, la dictadura militar se extendió desde el año 1973 hasta el año 1985. Marcelo Viñar vivió la prisión y luego el exilio forzoso. Fue acogido con su familia en Francia, donde permaneció algo más de diez años.
A lo largo de su vida profesional, Marcelo ha insistido en proyectar el Psicoanálisis como herramienta fundamental para la comprensión y abordaje de fenómenos sociales que impactan en la subjetividad. Así como los cataclismos naturales pueden ocasionar daños irreparables, los desastres sociales propiciados por la supremacía de ideologías segregacionistas, xenófobas y excluyentes, desencadenan efectos traumáticos en la comunidad, y en los individuos, que pueden manifestarse en secuencias generacionales. Por esta razón, las ideas desarrolladas por Marcelo Viñar, no se restringen a los efectos de la violencia de estado –de la que puede dar cuenta, incluso por experiencia propia-, sino que abordan también -con el mismo intenso foco de alerta- los efectos de la pobreza extrema, la exclusión social y la forma en que esos efectos se encuentran naturalizados en el sistema capitalista.
Él relata que su experiencia, “para no perpetuar el encierro en el consultorio”, se inició en Paris, donde trabajó en una comunidad terapéutica para pacientes psicóticos, en la que se realizó una experiencia de análisis sobre los efectos recíprocos de una transferencia masiva entre tratantes y tratados.
Al regreso a Uruguay, en el proceso de restauración democrática, fue convocado por las autoridades de la enseñanza, para introducir la prevención de la violencia y promoción de la convivencia en los liceos.
Poco después, un grupo de profesionales que trabajaban en diferentes dependencias del organismo estatal, encargado de la atención de niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad social (entonces INAME, hoy INAU), solicitó a Marcelo una interlocución a propósito de su trabajo. Ese fue el germen del que se llamó “Grupo de investigación y acción sobre infancia y adolescencia marginadas”, que desarrolló sus actividades en el marco de la Clínica de Psiquiatría del niño y el adolescente, Facultad de Medicina, UDELAR. En ese ámbito de fecundos intercambios coordinados por Marcelo, se priorizó la grupalidad como eje del trabajo con los muchachos, sustentada en una lógica comunitaria, en contraste con las lógicas tradicionales, de enfoques fundamentalmente punitivo-correctivo. De ese modo se fue creando el instrumento de trabajo con los jóvenes, llamado “Grupo de palabra”, basado en esos dos pilares (el grupo y la palabra), a través de la consigna de hablar y escucharse entre ellos, sin objetivo alguno. Se habilita así una palabra ociosa, que elude las vertientes del “deber ser” y del juicio y la sanción. Coordinados por psicólogos, psicoanalistas, trabajadores sociales, y supervisados por psicoanalistas en interlocución con Marcelo, estos Grupos se difundieron en ONG, y en dependencias que trabajaban con jóvenes en reclusión-rehabilitación.
El modelo creado entonces, como herramienta de escucha y de intervención, tendiente a aumentar el espesor de los procesos de subjetivación en situaciones de vulneración, replicó muchas veces en distintos grupos con adolescentes infractores, coordinados por jóvenes practicantes del psicoanálisis, psicólogos y psicoterapeutas.
Así mismo, las propuestas de Marcelo Viñar para la intervención en la comunidad, en el abordaje de los problemas más duros generados por la pobreza extrema, tales como las conductas delictivas, el consumo de sustancias ilegales, etc, ha permeado no solamente el discurso de otras disciplinas, sino la esfera política. En los últimos quince años, el gobierno del país buscó la institución psicoanalítica como interlocutor y guía en problemas inherentes a los efectos de la desigualdad social.
Dice Marcelo Viñar: “Esta tarea con grupos en la comunidad, en la tradición de Balint, Kaes, Pichon y Bleger -complementaria y contrastante con la intimidad bipersonal- me afirman en la convicción de un beneficio recíproco entre lo que el Psicoanálisis intramuros brinda y lo que simultáneamente, recibe.”
Desde hace más de una década, la institución analítica a la que pertenezco (APU) se abre a la interdisciplina convocando campos afines (educación, historia contemporánea, politología, literatura); eventos donde se respiran otras miradas que abordan y trabajan los enigmas de la condición humana, los cambios en la cultura y la organización de la sociedad.
Este intercambio (o itinerario de psicoanálisis y….) ha sido enriquecedor y estimulante para nuestro enfoque de la psicogénesis que privilegió el descubrimiento freudiano. Seguramente estas actividades fueron una fuente de reflexión para mi último libro: “Experiencias psicoanalíticas en la actividad socio-cultural: cómo nos cambia un mundo que cambia” (Ed. Noveduc, 1998, Bs. Aires).
Nuestro fundador no es solo producto de su genio y de su vocación de explorador de tierras ignotas, sino tributario del tiempo y cultura que le tocó vivir (apoyando su praxis en un grupo de cultura y mentalidad homogénea). Hoy nuestro oficio se ejerce en imaginarios sociales muy diversos y heterogéneos. Además, las teorías en la modernidad sólida apuntaban a un saber estable, universal y duradero -en verdad, occidental y eurocéntrico-. Hoy, en la modernidad líquida, se ha trastocado el equilibrio entre lo local y lo global y (no tengo dudas) que los cambios del mundo en múltiples aspectos, incluyen los de la arquitectura de nuestra mente en los procesos de subjetivación.
Herederos de Freud y exploradores de la Otra Escena; es también necesario estar alerta a los cambios de la actualidad consciente, íntima y colectiva.
Comencé mi práctica hace medio siglo, cuando el paradigma de la neurosis, es decir, de un sujeto interrogador y autoteorizante, era la referencia prevalente. Nuestro propio análisis nos proveía de los códigos para operar en la sesión -merced a una cierta consonancia- en los mismos procesos de simbolización.
El vértigo civilizatorio de hoy día no es el más favorable para acoger y cobijar los procesos identificatorios tempranos de nuestros retoños y los casos que llamamos límite o borderline se vuelven una pandemia. Creo que llamarlos de este modo confiesa nuestro fracaso en albergarlos en las categorías psicopatológicas del siglo XIX.
Coincido con A. Green y Donnet que hoy debemos hablar de un paradigma clásico -para las estructuras neuróticas- y otro paradigma del pasaje al acto o al cuerpo que requiere otra postura del analista y otras herramientas en la escucha por la alteración en los procesos de simbolización.
Con (o por) este itinerario personal fui convocado al Congreso Argentino de Psicoanálisis (CAP 2020) para un conversatorio con Virginia Ungar que titulamos: “Actualidades del Psicoanálisis”. Más tarde, ya en plena pandemia, el primer congreso virtual de FEPAL, llevó por título “Fronteras”. Nombres inéditos, insólitos, que asumen el desafío de un psicoanálisis para el siglo XXI (miembro de la Mesa de apertura y de cierre y del libro electrónico de este congreso).
Me beneficié también de integrar, con prestigiosos colegas, un Think -tank de la API sobre el futuro de nuestra disciplina y el lugar de los jóvenes en nuestra institución. Para ser consecuente con este desafío, convoqué a nivel local a un grupo de trabajo que integra todo el abanico en lo generacional, desde principiantes a veteranos, para trabajar coincidencias y diferencias en la comprensión de secuencias clínicas, es decir, cómo las distintas edades decodifican las secuencias del material.
Pensar lo que está aconteciendo en el mundo actual es complementario y tan importante como explorar las aristas singulares de la intimidad. Por ejemplo, las irrupciones xenofóbicas en USA, Brasil o Colombia amén de lo que ocurre en el Medio Oriente. Véase el volumen y la profundidad que Freud otorgó al eje socio-antropológico de su obra, desde Totem al Moisés. Este enfoque no ha tenido, en el posfreudismo, el mismo progreso y la misma intensidad que nuestros empeños por entender la intimidad.
La emancipación de la mujer -considerada por muchos autores el hecho societario más relevante del siglo XX-, reformula la organización de la familia tradicional judeo cristiana: padre breadfeeder, madre/tía o abuelas, reinas en el hogar. Esto es un cambio en la constelación familiar donde se construye el sujeto. Las reglas tradicionales de parentalidad, filiación, función paterna y materna, cambian de lógica. En un planeta sobrepoblado y en expansión demográfica la misión de reproducir la especie formula otras preguntas y dilemas. Es dentro de estos parámetros que se construye el sujeto del siglo XXI.
Asistimos a escenarios inéditos con la expansión de las megalópolis y de los medios masivos de comunicación y el declive de los discursos normativos, religiosos, seculares, donde la autarquía del sujeto clama por escenarios autoreferentes: soy lo que quiero ser.
Luego de milenios de hegemonía androcéntrica o patriarcal, la equidad de derechos y oportunidades entre hombre y mujer mueve la constelación precedente y por añadidura otorga a la primera infancia un lugar inédito en la Historia. Su escolarización temprana y su pericia digital nos asombran promoviendo también una autarquía, donde antaño madres, tías o abuelas monopolizaban esa función.
Es ante la magnitud de estos cambios que Freud se autodefinía como conquistador de tierras desconocidas. La riqueza disponible pero mal distribuida nos ha vuelto ávidos consumidores en un mundo voraz y competitivo.
Antaño se pensaba el futuro en términos de progreso y equidad, como porvenir de una ilusión. Hoy los pronósticos de una economía extractiva,que apunta siempre a la expansión desencadenan fantasmas lúgubres. Catástrofes que destruyen los bosques, la atmósfera y los océanos creando el cambio climático y el agotamiento del agua dulce y los combustibles fósiles. Al ciudadano común le resulta difícil discernir si estos pronósticos aterradores son ficciones delirantes o sensatas y serias advertencias. En suma, un desastre ecológico en un planeta que en menos de un siglo ha duplicado su población.
Me pregunto entonces de qué manera inciden estos presagios en las identificaciones tempranas de las nuevas generaciones, en su creatividad y padecimiento.
Desde mi trayectoria concluyo que nuestro oficio tiene una arista adictiva y el peligro de una toxicomanía del encierro. En contraste, salir a extramuros, munido o provisto del ejercicio de la asociación libre y la atención flotante abren canales insospechados y enriquecedores. Por eso siempre procuré una tarea complementaria al desempeño en el consultorio. Logramos en la Escuela de Medicina que al ingreso se iniciara la tarea con la entrevista psicológica; la dificultad en saber quién es el prójimo en lugar de empezar por la disección de cadáveres. Más tarde, durante el exilio, trabajé una década en una experiencia posmanicomial, una comunidad terapéutica para psicóticos en relación directa con tratantes y tratados sobre los efectos recíprocos de una transferencia masiva. Al retorno al país capitalicé esta experiencia inaugurando con una veintena de jóvenes colegas grupos conversacionales de jóvenes infractores en conflicto con la Ley.
Esta tarea con grupos en la comunidad, en la tradición de Balint, Kaes, Pichon y Bleger -complementaria y contrastante con la intimidad bipersonal- me afirman en la convicción de un beneficio recíproco entre lo que el Psicoanálisis intramuros brinda y lo que simultáneamente, recibo.
En forma episódica, más distante de la cotidianeidad, integré con Acnur/España grupos de reflexión sobre Posconflicto y Reconciliación; luego, al cese de la dictadura de Franco y al cese del Apartheid sudafricano y con el Colegio de Filosofía de París los temas de refugio - exilio y desexilio producto del extremo desequilibrio en la distribución mundial de la riqueza.
Me gustaría concluir con una frase provocadora: llegará el tiempo en que no hablemos de un Psicoanálisis y comunidad sino Psicoanálisis en la comunidad.
Marcelo Viñar.
Abril 2021.
Ocupado incansablemente por la transmisión del psicoanálisis, Marcelo Viñar insiste con nitidez en la decisión de sostener la vitalidad dialógica con el contexto socio histórico y cultural de nuestro tiempo marcado por la transición entre “modernidad sólida” y “modernidad líquida” y funda en el año 2006 un espacio cuyo espíritu es mantener una investigación activa acerca de los vertiginosos y profundos cambios culturales de las últimas décadas, sus efectos en el lazo social, en la construcción de subjetividad y por tanto el impacto producido en la mente y en el trabajo del psicoanalista, también ciudadano del mundo.
¿Cómo inciden en nuestras praxis los cambios culturales que vienen modelando la subjetividad? ¿Cómo pensar los conceptos de encuadre, neutralidad y abstinencia en un mundo que cambia?
La coordinación es rotativa y el método de trabajo tiene como objetivo el debate y la controversia a partir de diversos textos, situaciones clínicas o acontecimientos sociales, interrogando el interjuego de lo que ocurre en la intimidad del espacio analítico con la sensibilidad colectiva prevalente en nuestra sociedad.
Junto a Marcelo Viñar, quien aporta su pensamiento y experiencia, y en comunicación cotidiana con colegas y pensadores de múltiples áreas de la vida académica y social, encontramos trabajando y aportando intensamente en el grupo fundador a Silvia Aksler, Graciela Baeza, Ana Chabalgoity, Ana Lía López, Eurídice de Mello, Damián Schroeder, Beatriz Suárez Lope, a quienes se suman poco tiempo después Luis Bibbó, Maren Ulriksen y Lourdes Villafaña. En 2008 se integran en forma permanente el Historiador José Pedro Barrán y la Antropóloga Teresa Porzekanski.
Se busca confrontar los autores y modelos psicoanalíticos habituales con la producción de filósofos, politólogos, sociólogos, juristas, arquitectos, y la perspectiva de variados ensayistas. Es habitual que a lo largo de los años, numerosos protagonistas de la academia con variadas inserciones y praxis profesionales participen de los encuentros, constituyéndose así una experiencia de comunicación que encarna el debate y permite el entrelazamiento de diferentes miradas en diálogo interdisciplinario en una desafiante encrucijada de cultura y psicoanálisis.
En 2009 el grupo sufre la pérdida de José Pedro Barrán y poco tiempo después, algunos de sus valiosos aportes se expresan en la ponencia del Congreso de APU 2010; “Psicoanálisis en los inicios del siglo XXI: continuidades y cambios”, en la que se integran algunas las vertientes con él trabajadas acerca de lo permitido y lo prohibido, violencia y sexualidad, violencia del sujeto, violencia social.
El itinerario de las reflexiones grupales es muy vasto, apenas se podrían trazar algunos ejes de trabajo entre los innumerables tópicos que han concentrado su atención según los acontecimientos históricos y los requerimientos de la praxis.
Entre ellos podemos mencionar el impacto de los cambios tecnológicos en las comunicaciones, TV, dispositivos electrónicos, redes sociales; coexistencia de la hiper-comunicabilidad y las vivencias de desolación. El orden simbólico y las legitimaciones en transformación, los cambios en las vivencias de tiempo y espacio y las consecuentes modificaciones del lazo social.
¿Cómo incide la fragmentación de los referentes simbólicos en la construcción de nuevas subjetividades y por tanto cómo cambia el modo de pensarnos como psicoanalistas?
El grupo se informa y reflexiona acerca del uso de las nuevas tecnologías en infancia y adolescencia en el marco del lanzamiento del Plan Ceibal en Uruguay, experiencia única en el mundo, y sus posibles efectos integradores.
Con el Sociólogo Gustavo Leal se reflexiona la situación de la sociedad uruguaya; el tránsito desde el Uruguay integrado al Uruguay fracturado relacionado a la ruptura de los códigos de convivencia como generador de quiebre cultural y los posibles efectos sobre la constitución subjetiva.
En la misma línea se integra a los encuentros el Arquitecto Duilio Amándola aportando a la reflexión los estudios de urbanismo que permiten pensar cómo los espacios urbanos expresan y favorecen esa fragmentación, sus impactos en la seguridad no solo concebida en términos de lógica policial sino como problema de convivencia ciudadana y por tanto la alternativa de generar espacios de encuentro ciudadano cuya localización propulse el efecto de reconocimiento del otro como semejante.
Estos diálogos se articulan con las ideas Dany-Robert Dufour acerca de las características del sujeto de la postmodernidad con el decaecimiento del orden simbólico y la primacía de los mandatos del mercado.
Afianzado ya en el psicoanálisis cómo los significantes primordiales signan la singularidad del sujeto, el grupo se propone trabajar en la exploración de la frontera entre la causalidad psíquica y la causalidad social, entre el deseo inconsciente y las experiencias significativas en la cultura y la sociedad, y tomando como punto de partida situaciones clínicas o muy diversos ejemplos de expresiones de la cultura de nuestra realidad histórica y local actual. Se reflexionan los modos de relacionamiento entre las personas, las diversas maneras de vivir la sexualidad, los tiempos de ocio, la relación con el trabajo, las diferentes modalidades de expresión del sufrimiento psíquico. Retomando las ideas de R. Kaes, Benjamin y Pontalis, cómo las diversas construcciones de época y lugar hacen marca en la constitución del psiquismo.
“Las lógicas colectivas”, reflexiones de Ana María Fernández, orientan la discusión en torno a cómo pensar la inagotable capacidad de invención de los colectivos en acción. Pensar las potencias en acción implica considerar la dimensión subjetiva como un elemento imprescindible en las lógicas colectivas. Desde esa perspectiva, a partir de un dispositivo grupal-institucional puesto en elucidación plantea algunos topes que presenta la amalgama moderna para pensar las producciones de subjetividad, cuando operan más allá del sentido, lenguaje y la representación. No se trata dice, de “darle levedad al pesado subjectum moderno sino de intentar desnaturalizar la ontologización que la metafísica moderna ha efectuado con respecto a la subjetividad”.
A partir de temáticas propuestas en las actividades científica de la APU, se focaliza en el estudio de la función paterna y sus transformaciones en relación al revolucionario cambio en el lugar de la mujer con sus relevantes consecuencias. Se retoman ideas de J. Pedro Barrán, Manuel Castells y Daniel Gil relativas al derrumbe de la sociedad patriarcal y a “los feminismos” en plural, en el sentido de la igualdad de derechos que es distinto a la igualdad que anula las diferencias.
A partir de los aportes de Esteban Radiszcz y Daniel Gil, se interrogan y discuten los planteos de “declinación” de la función paterna, centrando el concepto en el nivel simbólico; la autoridad, los autoritarismos; declinación de las instituciones que se ubicaron en lugares de autoridad, la Ley en psicoanálisis y la ley situada desde lo social.
Se priorizan ejes temáticos tales como Parentalidad, Ley. Diversidad, Sufrimiento-sufrimiento social, articulando los trabajos de Gladys Franco, premio FEPAL. “El dolor de los márgenes” (Psicoanálisis y realidad traumática) y el de M. Viñar: “La función paterna (declinación/transformaciones) O avatares de la estructura familiar en el siglo XXI, Vínculos intergeneracionales. Criterios de normalidad y patología.”
La discusión grupal se sostiene con aportes de los integrantes así como de colegas invitados, y textos que se toman como referencia de variados autores como Paul Virilio, Judith Butler, Andrea D’ Atri, Manuel Castells.
A partir de la “Declaración de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDHH) acerca del proyecto de reforma constitucional sobre la baja de la edad de imputabilidad que sería plebiscitado el 26 de octubre de 2014, se articula la discusión con la presencia del Dr. Luis Barbeito quien aporta su perspectiva desde las neurociencias.
Se profundizan diversos documentos del colectivo de lucha “NO A LA BAJA” interrogándose desde el punto de vista ético y conceptual: ¿Por qué los psicoanalistas nos oponemos a la baja de la edad de imputabilidad penal? participando de la discusión institucional el 29 de agosto de 2014 y en la redacción del comunicado donde se expresa públicamente la posición de APU.
Los textos de J. Butler y Daniel Gil son referencia para pensar los “feminismos” en plural. El concepto de masculinidad y el ser hombre contemporáneo deben ser reanalizados en correlato con lo femenino, ser mujer, maternidad. Para pensar los cambios en las constelaciones de las familias uruguayas y las nuevas parentalidades, se trabajan los textos de D. Schroeder y Balparda con cita de M. Castells. “El ingreso masivo de la mujer al mercado laboral, los avances del feminismo, la proliferación del uso de la pastilla anticonceptiva, las técnicas de la fertilización asistida, las importantes transformaciones legalizando los matrimonios entre personas del mismo sexo, así como la adopción de niños por parte de parejas homosexuales son solo algunos de los componentes de este catálogo de cambios. La liberación sexual es el modo radical de desafiar la cultura patriarcal, manifestada en el centro sobre el cuerpo de la mujer. La crítica de la normalización sexual y de la familia patriarcal se produce en un contexto histórico en el que la investigación biológica y la tecnología médica permiten la disociación de heterosexualidad, patriarcado y reproducción de la especie. Se desdibujan las fronteras sexuales, desacoplando familia, sexualidad, amor, género y poder. Todos estos cambios han dado lugar a nuevas formas de familia donde la diversidad es la regla.”
“Para poder realizar nuestra pregunta ¿Cómo sufre el ser humano hoy?, ¿Cómo traen nuestros pacientes su sufrimiento? Advertimos el riesgo de caer en construcciones teóricas generalizadoras y la necesidad de de-construir determinismos reduccionistas. Y como siempre ampliar nuestra escucha y articulación con otras disciplinas”.
El grupo retoma la pregunta acerca de la relación entre “mundo interno” con la realidad social y se pregunta ¿Qué le hacen a nuestras praxis las injusticias sociales?, ¿Cuán rígida o cuán porosa pensamos esa frontera? subrayando la importancia de la dimensión institucional de la subjetividad cuando nos interrogamos sobre las mediaciones entre cultura y pulsión.
Se discuten variados trabajos producidos o en los que han participado integrantes del grupo: “Qué destino para el freudismo” Marcelo Viñar, “Problemas de la ética del psicoanalista: analista y paciente en “mundos” no compartidos” Ana María Chabalgoity, “Infans, padres y efectos traumáticos” Maren Ulriksen de Viñar, “Funciones simbólicas parentales” Susana Balparda, Damián Schroeder, “La implicación del psicoanalista en la praxis contemporánea” Damián Schroeder.
El grupo participa en el panel del II Simposio de la Sección de Estudios del Cono Sur LASA, realizado en Montevideo en 2017, con dos trabajos: “Cambios socio-históricos y producción de subjetividad”, Marcelo Viñar, y “Cómo pensar la intimidad y lo íntimo en esa zona bifronte del Psicoanálisis y las Ciencias Sociales. ¿Cuál es el papel de lo íntimo en la construcción de subjetividades?”, Ana María Chabalgoity, Luis Bibbó, Eurídice de Mello, Ana María Rumi.
Desde hace quince años, la cadencia del encuentro quincenal y el estilo de funcionamiento permiten una dinámica abierta que fluye en la permanencia del núcleo fundador, y la incorporación de nuevas generaciones de analistas.
Han sido parte también, en diversos momentos: Raquel Cal, Nelson de Souza, Mario Deutsch, Gladys Franco, Gabriela Levy, Gabriela Pouse, Anabel Rodríguez, Hebert Tenenbaum, Laura Veríssimo.
En la actualidad el grupo está conformado por Luis Bibbó, Eurídice de Mello, Amparo Luraschi, Claudia Martínez, Virginia Masse, Silvia Pesquera, Ana María Rumi, Tatiana Santander, Maren Ulriksen, Alejandra Vázquez, Marcelo Viñar.
Desde marzo 2020 al presente, en el contexto de la pandemia, el grupo funciona utilizando la plataforma Zoom y se encuentra trabajando los textos, “Un relato acerca de la siempre inconclusa formación del analista” de Gladys Franco, 2021 y “Comentarios al trabajo de Didier Anzieu (DA)”, M. Viñar, 2020.
Con el fin de transmitir el espíritu de la reflexión citaremos el párrafo final de una redacción revisitada en 2021 del trabajo “YO/otro/OTRO/Semejante-enemigo”, de Marcelo Viñar, escrito para un panel del Congreso de APU 2020.
“En medio de la pandemia de la Covid-19 y de pronósticos apocalípticos sobre el agua limpia y los combustibles fósiles, amén del declive de los discursos normativos, nuestra práctica y reflexión no puede contentarse o limitarse a la perlaboración de los conflictos internos y del erotismo singular. Su especificidad, que privilegia una mirada sobre lo íntimo, debe acompañar a nuestros pacientes a explorar su condición de ciudadanos con los recaudos que Freud prescribe en sus nociones de neutralidad y abstinencia, porque los síntomas y conflictos internos deben tomar en cuenta el marco socio-político donde se producen.”
Amparo Luraschi.
Abril 2021.
La première rencontre entre Marcelo Vinãr et Maren Ulricksen-Vinãr et l’Association Frantz Fanon remonte à 2010, lorsque Roberto Beneduce et Simona Taliani les ont connus à Lima à l’occasion d’une conférence sur le thème Entre el deseo y la realidad. Desafíos actuales en psicologia psicoanalítica (organisée par L’Institut de psychothérapie psychanalytique de Lima). L’année d’après, tous les deux sont venus à Turin pour participer au colloque organisé par l’Association, cinquante ans après la publication des Damnés de la terre (Pensare con Frantz Fanon la post-colonia). Puis ils firent plusieurs visites en Italie, notamment à l’occasion d’initiatives tenues à Rome dans le cadre d’un séminaire de formation sur le traitment des victimes de torture ; enfin, en 2017, Marcelo a répondu à l’invitation à la journée d’études sur Trauma e diritti uman rganisée par l’Université de Turin, avec le soutien de l’Association Fanon et du Groupe Abele, où il a présenté une communication.
Ce fut alors l’occasion d’interviewer Marcel au Centre Frantz Fanon de Turin1. Fondé en 1996 par Roberto Beneduce, le Centre revisite la démarche ethno-psychiatrique et la clinique qui s’adresse aux migrants, aux réfugiés et aux victimes de violence à partir des connexions politiques de la souffrance psychique et sociale, en s’appuyant aussi sur l’héritage psychiatrique de Franco Basaglia, l’anthropologie gramscienne d’Ernesto de Martino et la pensée de Frantz Fanon.
Au cours d’un entretien, avec grande générosité, Marcelo est revenu avec nous sur son expérience d’exilé en France et, avant cela, sur celle d’étudiant en médecine. Il était alors en quête à la fois d’une indépendance à l'égard des lieux de son enfance, évoqués ici surtout en rapport avec son père – un émigré d’origine ukrainienne arrivé avec sa famille au début du siècle pour fuir les discriminations anti-juives – et d’une aventure vers ce qui à l’époque restait flou et secret (« Les racines de la vocation sont toujours mystérieuses »). Autour de cette véritable opacité, commune à toutes les histoires et surtout à tous les débuts, nous échangeons pendant plus d’une heure, en nous demandant chemin faisant ce qu’il en est du statut du social dans la psychanalyse. En Uruguay, l’Autre, à savoir l’indigène exterminé, reste – selon Vinãr – « l’invisible » des espaces thérapeutiques psychanalytiques. Dans toute l’Amérique du Sud, l’accumulation des discriminations et des diversités à partir de critères socio-économiques, raciaux et culturels, fait de l’altérité une catégorie fuyante, insaisissable, sauf à affronter sans détour deux phénomènes qui en sont fondateurs : la violence et l’exclusion. Encore une fois, Marcelo ne trahit pas sa vocation : il intériorise, en même temps que ceux qui l’écoutent, la souffrance qui se dégage d’une fièvre historique dévorante et se soucie de surmonter les déterminismes, même les déterminismes freudiens. Dans sa contribution à Violence d’État et psychanalyse, il ironisait déjà sur les pratiques traditionnelles de la psychanalyse:
Par ce privilège accordé à la réalité psychique, Mélanie Klein peut, dans le Londres de 1943, dire au petit Dick que la violence des bombes n’a de l’importance que parce qu’elle actualise les craintes que suscite l’idée que papa ne pénètre dans maman (1989, p. 47).
Quelques années plus tard, dans Détresses, opprobre, exclusion, il écrivait qu’on ne peut pas appliquer avec cohérence le répertoire freudien devant le traumatisme de la violence que constitue l’exclusion par rapport à l’Histoire:
...je dirais qu’il y a violence dans la cure lorsque l’analyste, mû par les reflets de sa propre expérience et de sa formation analytique, accueille le paria dans la même disposition que celle dans laquelle il accueille le névrosé, disant en sorte qu’il intériorise le conflit comme un fait de son histoire personnelle. […] La personne atteinte intériorise la culpabilité qui lui a été imposée par l’ouragan de l’histoire (2007a, p. 158).
Marcelo Vinãr a depuis des années tracé un chemin, en compagnie de sa femme, Maren Ulriksen-Vinãr, qui a entrepris avec lui l’expérience de l’exil en embarquant avec leurs deux enfants sur le dernier navire au départ de Buenos Aires vers l’Europe. Revenons un instant à Détresses, opprobre, exclusion et aux réflexions finales.
La possibilité de survie réside dans la conservation ou l’instauration du registre symbolique attaqué. Il s’agit de situations dans lesquelles l’objet à sauver est la culture, le lien social et le langage esthétique partagé (Vinãr, 2007a, pp. 160-161).
Dans une publication de cette même année, intitulée Généalogie de la violence, où il questionne la transmission du traumatisme à travers les générations1 et la démolition de la confiance envers le monde après l’expérience de la torture, il parlera d’un effort pour « oublier à dessein » l’offense subie, avec encore dans les yeux toute l’humiliation et la terreur (2007b, p. 168). Selon lui, « l’expression « à dessein » employée par Nietzsche est un mot-clé ».
« À dessein » pour se rappeler et « à dessein » pour oublier signalent une disposition ou une liberté intérieure pour le faire (ibidem).
Empruntant les sentiers que Michel De Certeau avait déjà parcourus, lorsqu’il s’était agi de traiter de la torture dans Histoire et psychanalyse, le discours de Marcelo revient avec force sur la nécessité de réfléchir au statut d’une parole encore en mesure de résister, devant une myriade d’expériences (ou même une seule) qui ont érodé la « fonction représentative, remplaçant la dimension métaphorique par une angoisse du vide. De sorte que la fonction sujet s’efface dans une anomie qui dépersonnalise : il y a de la souffrance mais pas de sujet qui souffre » (2007a, p. 148). Comment reconstruire ce que Marcelo appelle « une liberté intérieure », condition préliminaire à toute chose ? Et « [à] quel ordre appartient la Spaltung entre l’expérience de la terreur et la disposition de l’esprit à fonctionner en libre association ? ».
Des questionnements du même ordre se font jour au cours de l’interview, mais on comprend bien à quel point pour Marcelo les cultures ne sont pas interchangeables, qu’il faut entreprendre un travail de connaissance et de recherche subtil, pointilleux et toujours critique dans les différents contextes sociaux : condition préliminaire essentielle afin, pourrait-on dire, de séparer le bon grain de l’ivraie. Lorsqu’il rappelle, pendant nos entretiens, le rôle et l’impact actuel des églises pentecôtistes, ou du moins de certaines, dans la reproduction d’un amalgame singulier entre République et animisme, il reste sceptique quant à la possibilité de construire une appartenance sociale qui ait de la valeur et de la tenue en faisant “croire à un pouvoir” de cette sorte. Il y verrait plutôt un dispositif visant à dé-socialiser et dé-parentaliser (on doit cette expression, aujourd’hui largement utilisée dans les contextes africains, à Joseph Tonda) celui qui est différent, l’autre-que-moi (celui qui n'a pas pu renaître, dans le cas spécifique du discours pentecôtiste).
Que vaut une cure qui se présente comme génératrice de fractures sociales, de séparations, de ruptures du lien, de délitement du symbolique par substitution ? Quels processus d’identification en émanent ? Qui fait devenir quelqu’un un autre-moi ? À certaines conditions, nous dit Marcelo, le terme “psychanalyse” perd toute valeur et tout sens ; on en fait un usage inapproprié et, pis encore, inutile.
Et puis la tension entre la valeur de la culture (en tant qu’objet à sauver) et la volonté d’oublier (sous la forme impérative d’oublier à dessein) impose au discours une torsion peu engageante pour ceux qui seraient en quête d’échappatoires culturalisantes. Il s’agit en fait d’une oscillation de la mémoire entre le souvenir et l’oubli. Ricœur écrivait que dans les pathologies de la mémoire il y a toujours le rapport de la mémoire et de l’histoire avec la violence. Si la ligne tracée par Nietzsche dans Généalogie de la morale reste donc valable – celle selon laquelle l’homme s’est constitué grâce à une faculté agissante, grâce à un refoulement de la mémoire biologique qui lui a permis de construire une autre mémoire (celle des mots) –, il faut explorer activement les conditions analytiques donnant la possibilité de cesser-de-se-souvenir de n’être que “viande de boucherie”, corps biologique, souvenir d’“être chose”. Marcelo n’a pas en tête une culture idéalisée, exotique et encore moins teintée de romantisme. Encore une leçon à retenir. Il nous apprend que rester dans le domaine ambivalent de toutes ces technologies du corps, qui le font et le défont, nous aide à mieux cerner ce qui le démolit et ce qui peut au contraire le régénérer. Il s’agit dans bien des cas d’inventer (et non de retrouver) la sémiotique d’une nouvelle culture, de symbolismes inédits entre souvenir et oubli (ce que Toni Morrison a appelé un mouvement circulaire de remembering et de dismembering, termes qui évoquent aussi une désarticulation).
Dans les derniers échanges, la référence au manuel Kubark – et à son utilisation avec d’autres manuels militaires, comme le Projet X, appliqués dans tous les pays d’Amérique du Sud où l’on craignait l’avènement du communisme – nous rappelle le rôle actuel des professionnels de santé dans la démolition des personnes. Ce manuel fut en effet élaboré aux États-Unis, à l’Institut national de Santé mentale et il est encore en usage au cours des plus récents interrogatoires des prisonniers de Guantanamo et d’Abu Ghraib. Avec Maren, ils déclaraient : « La torture moderne technicisée vise la destruction d’un individu. La démolition ne doit pas idéalement conduire à la mort, mais doit ouvrir un espace d’agonie interminable, espace dans lequel le sujet se vit soi-même comme déchet de sa propre humanité » (p. 144). L’analyse de la « culture » que propose Marcelo est donc courageuse, jamais banale.
13-14/11/2017 – Torino – Universidad de Torino e Asociación Frantz Fanon, TRAUMA E DIRITTI UMANI: STRATEGIE PER L’ASCOLTO E LA CURA DELLE VITTIME DI VIOLENZA. Titulo de Marcelo Viñar: Violenza di Stato, giustizia e verità.
25-26/10/2011 – Roma - Asociación Frantz Fanon y ARCI-Roma, STRATEGIES AND MODELS OF WELL-INTEGRATED SUPPORT TO VICTIMS OF VIOLENCE AND TORTURE
14/10/2011 – Torino – Asociación Frantz Fanon, PENSARE CON FRANTZ FANON LA POST-COLONIA. Titre de l’exposé de Marcelo Viñar: “I dannati della terra nell’America Latina del XXI secolo” – “Les damnés de la terre en Amérique Latine dans le siècle XXIème”.
2001: “Dal Sudamerica: terrorismo di Stato e soggettività”, de Marcelo Viñar y Maren Ulriksen Viñar, in Storia, verità, giustizia: i crimini del 20° secolo a cura di Marcello Flores, Milano, Bruno Mondadori.
2015: Torture, terreur politique et transmission générationnelle”, de Marcelo Viñar, in Jura Gentium (Rivista di filosofia del diritto internazionale e della politica globale Journal of Philosophy of International Law and Global Politics), Vol. XII, numero monografico: Violenza e civilité. Riflessioni a partire da Étienne Balibar, p. 144-153.
2016: “L’enigma del trauma estremo” de Marcelo Viñar, in Note per la psicoanalisi, numero monografico: il trauma, la Storia, 8/2016, p. 81.
2019: “La psychanalyse, un lieu de résistance, Entretien avec Marcelo VIÑAR”, de Simona Taliani y Claire Mestre, Vol. 20, n. 2.
To briefly introduce myself: I am a psychotherapist, born in 1946, and have been living with my family in Dachau since 1982, after we were evicted from our flat in neighbouring Munich. Now living in this town of Dachau, the name of which is inseparably linked with the Nazi crimes, led me into a personal and professional crisis. I realised that I had kept the Nazi past and my current work in separate drawers. I changed that and subsequently became one of the pioneers in Germany in the field of the psychological aftermath of the Nazi era. From 1988 onwards I published books, articles, lectures and seminars on this subject in Germany and internationally. That was the reason why in 1993 and 1994 I was invited by the Goethe Institutes in Montevideo and Córdoba/Argentina to give three lectures on the consequences of political violence.
There I got to know my colleagues Marcelo and Maren Viñar, who are extraordinarily committed to these topics, and have been in continuous exchange with them ever since. Their book "Fracturas de memoria" has become an essential part of my professional and personal thinking.
In 1995, the two of them presented very important lectures at the conference Stacheldraht und heile Welt (Barbed Wire and “normal” world) in Dachau.
The following contributions of Marcelo Viñar have been published in Germany:
Memory and Future. In: Jürgen Müller-Hohagen (ed.): Stacheldraht und heile Welt. Historical-psychological studies on normality and political terror. (1996)
Torture - Attack on the Human Condition. In: Waltraud Wirtgen (ed.): Trauma - Perceiving the Unspeakable. (1997)
Works by Marcelo Viñar are cited in a whole series of publications in the German-speaking world, including several articles by me and longer citations in these two books I published or I will publish next time:
Homeland and Violence. (2020)
Dialogue instead of Trauma. (2021)
To sum up, I would like to emphasise: Marcelo Viñar is one of the most important psychoanalysts I have ever met.
Marcelo N. Viñar es un hombre de sus tiempos, de sus territorios, de las historias y personajes que lo han rodeado y curtido, de sus lecturas de todos los campos de las letras: la poesía, la narrativa, la historia, la antropología, el psicoanálisis sin dudas, la política. Una mezcla de un campesino ruso grande inclinado sobre la tierra haciendo un pozo para plantar algún árbol con historia y un escritor de piel curtida sentado en una silla en el medio de un campo leyendo y escribiendo, a la vez, en hojas que no se sabe si vienen de la imprenta o surgen de las cortezas de esos troncos que conoce con sus nombres e historias. Es un hombre fuerte, sin dudas, como el que puede ver el dolor ajeno tanto de la vida social como de la íntima, en ese engarce donde lo personal e íntimo se junta a los éxtimo del nosotros, que tanto propone como concepto. O donde los otros le escriben su rostro en surcos inocultables de humanidad, porque su gestualidad lo delata siempre. Yo recuerdo un hombre joven que en momentos de dolor, rabia y fragilidad me esperaba para escucharme a las 6 de la mañana en bata y con un mate humeante y también un hombre entrado en años que sembrado de todas esas historias, de lo más privado a lo colectivo, se armó de un bolígrafo, papeles a veces manchados con algún rastro de yerba mate, construyendo textos, proyectos y narrativas, todos en clave de sabor humano, en placer, dolor y esperanza.
No es fácil, en la vida propia como en el conocimiento humano y académico, andar por distintos lugares sin perder lo entrañable del afecto y el rigor del estudio de las peculiaridades de cada disciplina. Recorrer todas esas fronteras e historias tomando palabras de aquí y allá sin perder el detenimiento del campesino que ara y siembra a la vez. El psicoanálisis después de Freud quiso ser único, ensimismado y encerrado en las paredes de los consultorios, con mucha reticencia a dialogar con otras disciplinas y a hacerse práctica en otros ambientes sociales. Cuando alguien recorría otros senderos podía volverse extranjero al núcleo duro que quería conservar las ideas de Freud más que alimentarse de su fuerte recorrido por la singularidad de la diversidad de la vida y los conocimientos. Marcelo Viñar fue pionero, junto a otros analistas rioplatenses, en defender esos mestizajes de los conocimientos y las prácticas, que se cuecen juntos en la vida con otros, tanto en lo privado como en lo colectivo. Defender los mestizajes es defender el conflicto humano como cruce de camino insoslayable, para producir desde allí conocimiento y una vida más plena. Una hibridación que veo como una de las características de la vida y la creación de Marcelo, en el respeto más profundo y delicado, a la vez, de las especificidades de cada árbol conformando su parque, privado, familiar y de amigos, todo a la vez, para recorrerlo con afecto y sentarse a sus sombras, leyendo y escribiendo.
Nunca un hombre inocente, nunca un componedor de huesos y palabras en búsqueda de armonías, sino más bien un confrontador que buscó también que lo confrontaran y vio allí un gesto de humanidad y amistad en el camino. Abrir la cancha de los discursos, generar intercambios que propongan desde las diferencias y amar con rebeldía esas fricciones que son la raíz y el objeto de la vida misma.
A veces muy seductor, por la fuerza de sus afectos; no es fácil escapar a ello y es necesario. A veces muy fuerte en encararnos, mostrándonos nuestros barriales poco bondadosos. También a hablar de los suyos, con prudencia y en pausas de aceptación dolorosa. Muy claro sabedor del camino que sigue con mucha fuerza, sin contemplaciones, a la vez que muestra sus miedos en otros, a los que acompaña con mucha dulzura paternal.
Un hombre de sus épocas, sus territorios y su gente, para querer, discrepar, pelearse y compartir parte de su camino. Solo parte.
Entrañable.
Javier García C.
Mayo de 2021
Parte del legado de Marcelo Viñar es el don de la transmisión. El psicoanálisis se enseña y se transmite, claro, a lo largo de un camino interminable, trajinado por Marcelo y muchos otros a lo largo de los años. Pero me refiero aquí a otro modo de transmisión, inasible e invisible pero no por eso menos real, la de una ética entusiasta y contagiosa.
Un efecto de esa transmisión es que muchos, en distintas geografías, nos reconocemos y nos queremos a veces sin más experiencia en común que ese lazo que nos une, a cada uno de modo particular, con Marcelo.
En el psicoanálisis latinoamericano, Marcelo Viñar no es solo un maestro, o un autor imprescindible, o un conferencista que por momentos parece un magnetizador. Es un faro, una contraseña, una referencia que, para muchos entre los que me cuento, vale más que una lengua o una línea teórica, un país o una institución. Reducir a un curriculum una biografía no es justo en ningún caso, y mucho menos aquí. Quizás entonces, a tono con el personaje, convenga que mi contribución al sitio de Marcelo sea en formato anecdótico, que tan bien le sienta a su enseñanza y que recupera en parte aquel espíritu de la Narración que viene perdiéndose desde hace tiempo y el psicoanálisis quizás esté llamado a rescatar.
Aunque sea preciso que hable de mí para contar el sitio que Marcelo ocupa. Estoy seguro que cada uno podrá trazar sus propias coordenadas, geoposicionar qué lugar le corresponde a su enseñanza en la vida de cada quien, en la práctica de este oficio frágil y fascinante que nos empeñamos en practicar y replicar.
La fragilidad de este oficio tiene que ver, creo, tanto con la materia con la que lidiamos -el inconciente- como con el lugar desde el que lo hacemos, siempre transferencial. Hice mi formación muy joven, y hubo un momento en que mi transferencia hacia el psicoanálisis, su práctica, sus instituciones, estaba seriamente en riesgo. En ningún lugar donde mirara encontraba anclaje suficiente. Fue ahí donde escuché hablar por primera vez a ese uruguayo campechano y a la vez cosmopolita, amable y al mismo tiempo inaccesible. En una conferencia, lo oí a Marcelo Viñar, y algo cambió en mí.
Esa presencia que nombraba el psicoanálisis fuera de toda devoción, su compromiso con el sufrimiento humano, su picardía y su su cultura humanista, pero sobre todo su originalidad, me conmovieron y sedujeron. Y como quien dice “el alma me volvió al cuerpo”, mi transferencia hacia el psicoanálisis reapareció. Pero lo más importante de todo: no para anhelar ser Marcelo Viñar, ni siquiera ser como Marcelo Viñar. Que alguien como Marcelo haya existido en ese momento de mi vida me mostró que, si había espacio para alguien así, yo podría también encontrar el mío. Escucharlo aquella primera vez, implicó, ahora que lo pienso, un efecto de interpretación.
Impresionado como estaba, intenté acercarme, infructuosamente. Éramos muchos quienes revoloteábamos a su alrededor, y no me hizo el menor caso. Tuvo que pasar el tiempo, y el azar de que él resultara jurado y tuviera que leer entonces un texto mío que había escrito no sin haberlo leído, para que nos encontráramos, algo que no dejo de agradecer.
Podría seguir contando los avatares de nuestra relación, que en sí carece de interés excepto quizás para los implicados en ella. Lo importante, creo, es que muchos psicoanalistas latinoamericanos pueden seguramente rastrear su propio encuentro con el pensamiento y la figura legendaria de Marcelo.
No sabemos qué sucederá con el psicoanálisis latinoamericano del futuro, que es el que más me interesa. Sí sabemos, creo yo, que será un psicoanálisis muy distinto al que hubiera sido si alguien como Marcelo Viñar no hubiera nacido o si se hubiera quedado en Paysandú o en París o si se hubiera dedicado a un oficio menos frágil. Pero aun cuando el movimiento psicoanalítico latinoamericano, en este ejercicio conjetural, hubiera seguido su marcha sin Marcelo, mi vida de psicoanalista quizás no. Al menos no del mismo modo.
Lo conocí antes de conocerlo. Hace ya muchos años, cuando comenzaba mis investigaciones sobre el tema que luego se convirtió en uno de los ejes fundamentales de mi pensamiento -la filiación- cayó en mis manos un ejemplar de Antiguos crímenes. El libro, editado en 1994 por Trilce (Uruguay), me produjo esa rara impresión que algunos textos privilegiados tienen el poder de provocar: un encuentro mágico. Siempre sostuve que yo no busco libros: ellos vienen a mí cuando los necesito. Esta vez, mi "profecía autocumplida" tuvo el color, el olor y el nombre de ese pequeño gran volumen. Lo leí con avidez. Todos y cada uno de los autores me aportaron ideas, elementos, referencias de enorme valor para mi trabajo. Pero con los capítulos de Marcelo Viñar me sucedió algo más: me enamoré.
No solo por lo que decía sino, fundamentalmente, por cómo lo decía. Por el ser humano que se transparentaba entre sus letras.
Años más tarde, como un eslabón más de esta historia de afinidades y sintonías, mis queridas alumnas-amigas de la APC Elizabeth Chapuy y Mónica Santolalla me convocaron a dar un seminario en la institución. Y, oh sorpresa!, me pidieron (ofrecieron? regalaron?) compartir la enseñanza con Marcelo. Pude entonces ponerle rostro y voz a esos textos deslumbrantes que tanto me habían tocado. El gran Marcelo, un hombrón con estatura y contextura de oso, con los ojos y la sonrisa de un niño asombrado y pícaro, con un pensamiento inusual, original, desprejuiciado y libre, un decir que no trata de quedar bien con nadie sino que apunta a provocar y estimular, cual Sócrates contemporáneo, lo que los alumnos, los lectores o los escuchas puedan llegar a pensar por cuenta propia. La categoría de psicoanalista le queda chica: oso-tábano, despertador de conciencias, maestro cabal, generoso y contenedor a la vez que intransigente. Hombre de ideas y acciones concretas, alejado de toda jerga y de toda impostura, más allá de parroquias de especialistas, activamente comprometido con la realidad y la vida. Encarnación de la figura levinasiana del sujeto como aquel que se constituye en humano a partir de hacerse responsable por el sufrimiento del prójimo.
Esos seminarios cordobeses -reiterados en numerosas ocasiones y prolongados en congresos, reuniones, clases y cenas- me confirmaron lo que sus textos me habían dejado intuir: hay, en la vida, encuentros de lujo. Personas que iluminan, seres singulares que hacen del mundo un lugar mejor, y de la existencia propia un camino más rico.
Diana Sperling
Buenos Aires, Junio 2021